MANIOBRAS DE ESCAPISMO

miércoles, 26 de junio de 2019

Tánger 02/2019

Han pasado un par de años desde la última vez que me senté a escribir algo que no fuera un correo, alguna parte del Trabajo de fin de grado o un estúpido Whatsapp. Sé que este blog nació sin sentido alguno y que siempre me he sentido libre a la  hora de publicar el contenido que más me apeteciera. Podríamos decir que la temática se basa en tres conceptos: veo algo que me sorprende y lo escribo o escribo sobre algún viaje que haya hecho. Acabo de terminar la carrera y aparte de sacarme el carnet de conducir no tengo nada más que hacer, así que ¿por qué no contar algo sobre algún sitio al que haya ido?

Me gustaría escribir sobre los viajes que hice en los últimos años. Sobre Edimburgo, Bruselas, Berlín, Budapest, Milán... pero iré parte por parte. En este caso os voy a contar un poco sobre el viaje que hice en febrero a Tánger y más tarde sobre mi viaje por Rumanía.

Lo cierto es que en 2010 visité varias ciudades de Marruecos con el colegio. Visitamos Safi, Casablanca, Al Jadida y Marrackech. Siendo Casablanca en ese momento mi ciudad favorita por ser la más moderna de todas ellas y en mi opinión también la más bonita.  En este caso el motivo de ir a Tánger está más que claro: quería viajar, no sabía a dónde pero no quería gastarme mucho dinero. En mi caso viajé con Ryanair y desde Sevilla los vuelos nos costaron alrededor de 20 euros ida y vuelta, sin contar el precio de renovar el pasaporte (30 euros) y el precio por llevar equipaje de mano (unos 14 euros) 

Estuvimos allí desde un domingo hasta un miércoles y decidimos alojarnos en el Hotel Continental, hotel donde se alojó Churchill, Pío Baroja e incluso Salvador Dalí. El hotel es increíblemente precioso y me atrevería a decir que es lo más bonito y lo más cuidado que vimos en Tánger.Y es que a cualquier fan de las baldosas o de las vidrieras como lo soy yo, se volvería loco allí. Cierto es que era frecuente ver a grupos de excursionistas realizar visitas guiadas por el hotel. Además, estaba localizado en plena Medina y con unas vistas preciosas al Mediterráneo. 






Para ir al grano, resumiré el viaje en ventajas e inconvenientes de visitar la ciudad. Comenzando en este caso por las ventajas:

Los precios. 

Es increíble el poco dinero que se necesita para pasar un par de días allí. Cambiamos 50 euros por persona en casas de cambio del centro de la ciudad y nos fue más que suficiente. Tenéis que tener en cuenta que todos los días comimos y cenamos fuera de la ciudad y que el transporte público allí no existe, por lo tanto siempre hay que hacer uso de taxis. 

La comida.

La comida es uno de los factores clave de cada visita a Marruecos. Disfrutar de un buen tajín de pollo o de ternera en el centro de la ciudad, de un buen cus-cus frente al mar, de sardinas y de ensaladas marroquíes es algo que uno debe hacer al menos una vez en la vida. 

Nosotros decidimos los restaurantes a los que iríamos mirando sus reseñas en TripAdvisor, ya que un estómago flojito como el mío no está hecho para muchos trotes y queríamos asegurarnos de que los restaurantes a los que fuéramos sirvieran comida de calidad y cumplieran con estándares de limpieza. Cada día comimos y cenamos por unos 14 euros por persona y acabando con la tripa bien llena. Además, decir que el trato dentro de los restaurantes es increíble y siempre tienen pequeños detalles con los clientes. 






También tengo que decir que si disponéis de un presupuesto más ajustado, hay un montón de tiendas en la calle que ofrecen comida rápida por precios increíblemente bajos. Crepes de chocolate por 30 céntimos, batidos de frutas frescas por menos de dos euros y para aquellos con estómagos de hierro llegamos a ver hamburguesas por menos de un euro. 

El cambio de aire.

Es más que visible la gran diferencia entre España y Marruecos. No está mal poner el ojo en otro sitio que no sean los típicos destinos europeos que estamos tan acostumbrados a ver. Cambiar de cultura, de comida, de música e incluso de olores es algo más que enriquecedor. 








Ahora iré con los contras:

El atosigamiento a los turistas.

Si lo que quieres es salir a dar un paseo tranquilamente por el zoco y disfrutar de las tiendas, estás en el país equivocado. No puedes dar más de tres pasos sin que alguien de la zona se ponga a hablarte, en la mayoría de los casos con intención de sacarte dinero. Muchos se prestan a acompañarte a lugares a los que no sabes llegar, ya que como no puedes usar Google Maps, se aprovechan muchísimo de la situación. También mencionar la cantidad de veces que intentaron estafarnos solo por ver que éramos turistas. Mi consejo es que acudáis siempre a lugares con precios fijos.

No puedes caminar sin que intenten llevarte a la tienda del primo, del tío, etc y no paran hasta que consiguen meterte dentro de ella para que compres algo. Mi consejo sinceramente es ser tajante en este sentido: si no quieres que te acompañen, deja claro que no quieres. Si no quieres entrar en la tienda de su primo, di que no quieres ir. Entiendo que al principio puede resultar bastante feo, pero de verdad, nadie os puede obligar a hacer nada que no queráis simplemente porque os de pena.

El ambiente de la ciudad.

Cierto es que Tánger es una ciudad que se ve en menos de dos días y que la arquitectura, comparada con ciudades como Marrakech o Casablanca deja mucho que desear. La ciudad antigua generalmente es: sucia, oscura y estrecha. A pesar de que veais mucha policía, no hace que el ambiente sea más seguro. 

También mencionar el tema de las drogas. Nada más bajarnos del taxi que nos dejaba en la puerta del hotel, varios lugareños nos ofrecieron chocolate y es algo que se volvió frecuente durante nuestro viaje.


Pasear al caer la noche se vuelve en algo que realmente es peligroso, en varias guías aconsejan no salir del hotel a partir de que caiga la noche y puedo decir que es totalmente cierto. Pocas luces, poca y extraña gente en las calles que hacen que el ambiente se vuelva más que hostil.

¿Volvería a Tánger? 

Sí, pero solo después de que haya pasado una buena cantidad de años para ver la evolución de la ciudad y poder disfrutar de un viaje barato. 

martes, 28 de noviembre de 2017

'Mismo sitio, distinto lugar.'

Hoy como un día cualquiera, me ha costado salir de la cama, vestirme medianamente bien, peinarme ,desayunar pobremente y he salido hacia la facultad. Martes, nueve y poco de la mañana, parada de bus en frente del río y me muero de frío porque como cada día, he olvidado coger la bufanda. Llega el bus y afortunada de mí, encuentro un asiento libre justo al entrar. 
No hay mucha gente en el bus, casi todas las que estamos allí somos mujeres. Muy diferentes cada una, eso sí. Las que vamos a la facultad, las que van al trabajo, las que suben con maletas porque llegan o van a algún lugar, las que llevan a sus hijos a clase, o las que están allí porque se han dado las circunstancias.
La madre baja con su hijo de la mano muy contento por ir al cole, las chicas con maletas van bajándose, suben hombre mayores, bajan señoras con carritos. 
Hay obreros poniendo las luces de Navidad por encima de las copas de los árboles, las hojitas están teñidas de tonos ocres, el río sigue su curso y aún no hay paseos en barco, excursiones de chinos están maravilladas con la torre del Oro...

En mitad del trayecto sube una señora de unos cuarenta-cincuenta años aproximadamente, se sienta en el asiento que está a mi lado y me da los buenos días. A los pocos minutos suena su móvil -no sabía que aún había gente que personalizaba su tono de llamada- y deja al descubierto uno de los acentos más feos que probablemente haya escuchado en mi vida. Yo, que llevo con los auriculares estropeados desde hace más de medio mes, estoy escuchando una mezcla de The Black Keys y la conversación de la señora. Es más bien baja, de complexión robusta, pelo corto y rubio recogido en una coleta y unas mallas de deporte. La conversación avanza y puedo deducir que tiene dos hijos, un chico y una chica y que actualmente no tiene trabajo. Cuenta también que hace poco la llamaron para trabajar en una pastelería y que estaba deseando empezar a trabajar.
También le cuenta al otro interlocutor -porque aunque ella no lo sepa, yo estoy también en la conversación- que no sabe cómo hacer para poder pagar los regalos de Navidad para sus hijos, que ahora mismo no puede permitirse nada que no sea comprar comida o pagar facturas. Y que quiere trabajar, y ésto lo repite una y otra vez. Y que le hace mucha ilusión poder comprarle a su hija un busto de peluquería, de los que tienen el pelo bonito y ver la cara que pone cuando lo vea. A su hijo, regalarle una caja llena de Legos y ver cómo deja el salón lleno de piezas sueltas. Repite también, una y otra vez que por favor, nadie le cuente a sus hijos quiénes son los Reyes Magos. Que ella se partirá el lomo trabajando para comprar esos regalos, pero que nadie le diga quiénes son los Reyes Magos...
Fin del trayecto, puedo ver mi parada a escasos metros y tengo que dejar esta conversación de manera no voluntaria para ir a Investigación de Mercados II. Espero que esos niños tengan sus regalos, pero más espero que ella pueda disfrutar de cómo los abren. Madres...

viernes, 29 de septiembre de 2017

Silvia, Alba, Barcelona.

¡Hola a todas y todos! Después de bastante tiempo sin escribir por fin he decidido ponerme las gafas, sentar este culo gordo en la silla y ponerme a escribir en serio.
Esta semana pasada hice uno de los viajes más guays de este verano. Después de muchos nervios, enfados, altibajos y un verano ahorrando, por fin fuimos a Barcelona. No era la primera vez que iba allí pero siempre está bien volver. He pensado que podría estar guay contaros un poquito del día a día de este viaje.

Día 1: Born, Barrio Gótico y Paseo de Gracia.

A las 3 a.m sonaba mi alarma y salía de la cama para poner rumbo al aeropuerto. Cogimos el avión a las 6 de la mañana y llegamos a Barcelona sobre las 8 y media. Nunca había volado de madrugada y creedme que no hay nada más impresionante que ver amanecer estando en las nubes.
 Después de pagar diez euros (sí, diez eurazos) por el transporte del aeropuerto al centro de la ciudad, llegamos al que sería nuestro albergue durante la primera noche.

              


El albergue estaba muy bien situado y se respiraba un clima de buenrollismo increíble. Las habitaciones eran muy amplias, los suelos preciosos y estaba súper bien decorado.

Dejamos las maletas y nos pusimos rumbo al parque de la Ciutadella y después hacia el barrio del Born donde nos estaría esperando la incríble Bimi. Gran guía, mejor persona. Paseamos por el barrio del Born, que situado muy en el centro de Barcelona está compuesto por numerosas callejuelas llenas de colores, de gente totalmente distinta, turistas perdidos y paredes de un color tierra que pintan las callejuelas. 
           

Después de ver el precioso barrio del Born nos dirigimos hacia el barrio Gótico donde vimos la catedral y a todos los músicos que inundan sus calles. También es un barrio con una gran cantidad de turistas, tiendas preciosas y rincones únicos cada cien metros.

Por allí vimos también una de las cosas que más me impresionó de Barcelona: 'El mundo nace en cada beso'. Se trata de un mural fotomosaico formado con fotografías que los lectores de El Periódico enviaron. Todas estas fotografías se montaron de forma que su unión dio lugar a este 'beso'. El tema requerido para las fotografías era 'vivir libre'. En un principio sería de exposición temporal pero el Ayuntamiento decidió dejarlo de forma permanente.
También fuimos al mercado de la Boquería. El enorme mercado barcelonés lleno de colores, comida española y algunos pequeños puestecitos con comida más innovadora. Si no sois guiris y no os queréis dejar la pasta, pensad en comprar en otro sitio.



Continuamos por Las Ramblas hasta llegar a las calles llenas de tiendas de ropa y curiosidades de segunda mano. Una de mis tiendas favoritas estaba llenísima de camisas hawaiianas por cada rincón de la tienda, chaquetas vaqueras con forro de borreguito por dentro, levis de tiro alto... ¿qué más puedo pedir? La ropa se vende al peso y el precio del kilo eran unos 24 euros. Me sabe fatal no acordarme del nombre pero qué se la a hacer si cada día tengo menos memoria :( 

Después de esta gran caminata fuimos a comer al que sería mi restaurante favorito de estos días: Bacoa. Se trata de una cadena de hamburgueserías gourmet que operan en Barcelona y Madrid con carne de ternera ecológica que es una verdadera pasada. El precio es bastante asequible y aún me acuerdo de lo buenísima que estaba la comida.

Tras comer en Bacoa y después de estar desde las 3 de la mañana fuera de casa intentamos descansar para ver a Ferrán que nos esperaría en el bar donde se fundaron grupos como Love Of lesbian. 
Cuarenta minutos paseando por Plaza Cataluña, Urquinaona, disfrutando del precioso Paseo de Gracia... Llegamos al bar y estaba cerrado, así que nos llevó hasta la Plaza del Sol situada en el barrio de Gracia y llena de gente joven bebiendo en un ambiente muy bohemio.

                        
Volvimos al albergue muertas de cansacio por lo que esa noche no hubo ni cervecitas, ni chicos monos, ni cenitas románticas. Solo dormir.

Día 2: Manresa.

Después de dormir como dos bebés, hicimos la maleta y nos fuimos rumbo a Manresa. Es una ciudad encantadora situada en la montaña y con unas vistas increíbles. El trayecto Bcn-Manre es de una hora aproximadamente y en un camino lleno de curvas donde casi pierdo a mi pobre estómago. Eso sí, el paisaje es una maravilla. 
Llegamos y allí estaban Isaac y Ernest. En esta pequeña y encantadora ciudad ya empezaban a verse marcas de que el otoño estaba a la vuelta de la esquina: cielo más nublado, fresquito, unas gotitas de lluvia, hojas cayendo... 
Allí vimos toooda la ciudad, subimos  a una pequeña montaña desde donde veríamos la ciudad entera. Nuestra acampada se suspendió por el mal tiempo pero supimos sustituirla por una noche con mil cervezas y Jager.

Día 3: Manresa y Barcelona.
Despertamos, vagueamos, desayunamos y salimos a comer fuera. Comimos en una crepería increíble y preciosa situada en el paseo de la ciudad. Tras llevar tres días comiendo fuera de casa, creedme que esos crepes tan buenos no entraban en este pequeño cuerpo.
Tras hacer siesta nos pusimos rumbo a Barcelona donde beberíamos y después iríamos a los conciertos en la playa para ver a Txarango y Búhos. En el trayecto de metro viví la peor experiencia del viaje: gente borrachísima chillando, vagones petados y falta de oxígeno. A pesar de esto la noche fue una pasada y aunque no nos enterásemos mucho de qué iban las canciones -estaban en catalán- lo pasamos como niños. Esa misma noche también tuve que compartir cama con dos personas más y tampoco estuvo tan mal.

Día 4: Búnkers, Sagrada familia y Mercè.

Tras llegar al piso a las seis de la mañana y compartir cama con dos personas más, a las once de la mañana pusimos rumbo hacia los bunkers de la primera guerra mundial y después hacia la Sagrada familia.
Anduvimos lo que no está escrito para llegar a los búnkers del Carmel y disfrutar así de las preciosas vistas de la ciudad. Estos búnkers son restos de una batería antiaérea de la Guerra Civil española.
Hace años estuve en Montjic y creedme, prefiero la vista desde los bunkers.

Tras bajar de los búnkers, llegamos a La Sagrada Familia. Si impresiona en foto, no os podéis hacer una idea de cómo impresiona en persona. Seguramente sepáis que para entrar allí tenéis que comprar una entrada on line de unos quince euros por persona. Al ser las fechas de la Mercè, ese día era gratis pero como buenos chicos desastres que somos, no sacamos entrada. Casualmente un chico pasó por nuestro lado y nos regaló tres entradas. Os podéis imaginar qué subidón. 
Entras allí y es como entrar en un mundo nuevo. Techos infinitos, vidrieras de mil colores, torres, escaleras de caracol, cristos modernos, infinidad de personas pasando de un lado a otro... Una auténtica pasada. 

Después de caminar unos 11 kilómetros en una mañana, la mejor forma de terminar el día era yendo a las fiestas de la Mercè y disfrutar de los conciertos -gratis- en la Plaza de España. Ver a Sidonie, el grupo que nos unió a los cinco en Interestelar, juntos otra vez fue... no tengo palabras. Después de Sidonie tocaba Leiva. Mi primer concierto de Leiva, con gente genial y en Barcelona. 

             

Día 5: Cunit y Cala Fonda.

Tras el concierto de Leiva nos pusimos rumbo a Cunit, Tarragona. Sí, una locura salir a las 3 am hacia allá. Allí estuvimos en el apartamento de uno de los nuevos chicos que se quedaría en nuestro grupo. 
Nos despertamos temprano, desayunamos como reyes, preparamos unos bocatas y fuimos hacia Cala Fonda, una cala preciosa a una media hora de donde estábamos. Tuvimos que hacer como veinte minutos de caminata hacia allá por el bosque pero mereció la pena. Pasamos uno de los últimos días de septiembre en una playa nudista mientras muchos de vosotros estábais en clase... 






Día 6: Barcelona y vuelta a Sevilla.

Si las despedidas son horriblesm, imaginad despedirse de unos chicos geniales que no sabemos a ciencia cierta cuándo volveremos a verlos. Después de una semana de cassoladas, aprendiendo catalán, cervezas, kilómetros y kilómetros andando, conciertos, playa, esteladas... es difícil volver a la rutina. Es increíble cómo puedes conectar tanto en tan poco tiempo con chicos que conociste en un festival de música...
Este viaje me ha demostrado una vez más, que el mundo está lleno de personas maravillosas.





Os queremos.

martes, 8 de agosto de 2017

Días de luces.

¡Hola a todos y todas! Hoy traigo una publicación un poco distinta al resto. Tenía pensado escribir sobre cómo de preciosa es Galicia pero eso lo dejaré para otro momento. Hoy os voy a contar mi experiencia en la UIMP en el curso de Inmersión lingüística en inglés en la sede de A Coruña.

Para empezar, debo decir que a pesar de haber muchísimas sedes en sitios guays yo elegí A Coruña porque el norte siempre me ha perdido y Galicia aún más. A Coruña era una de las ciudades en las que aún no había estado y pensé que sería una buena oportunidad de visitar la ciudad y además aprender.

Como bien sabéis, Extremadura es la región peor comunicada del mundo y si quería ir hasta allí en bus tardaría más de trece horas. Por lo tanto, elegí salir en avión desde Sevilla y llegar hasta Santiago de Compostela, pasar allí el día e ir a La Ciudad de cristal sobre las nueve de la noche.
Todo pintaba muy bonito hasta que llegamos a la puerta de embarque y nos contaron que el vuelo saldría con unas tres horas de retraso. Tras poner las reclamaciones y tirarnos un poquito de los pelos, conseguimos relajarnos y por fin, después de tres horas, llegamos a Santiago de Compostela.
Cualquiera que me conozca bien, sabrá que Santiago es una de mis ciudades favoritas de España y que es un placer para mí volver siempre que tengo la oportunidad.
Vimos el casco histórico, nos tomamos una cerveza -enorme- mientras veíamos un concierto de gaitas justo detrás de la Plaza del Obradoiro, comimos empanada gallega, paseamos un ratito y por fin pusimos rumbo a La Coruña.



Llegamos a la residencia donde se desarrollaría el curso y allí en recepción conocí a la que sería mi compañera de cuarto e inesperadamente de clase durante esta maravillosa semana. Porque maravillosa es la única palabra que se me viene a la cabeza para describir estos días. 

Al día siguiente, a las siete de la mañana ya estábamos en pie para vestirnos, ir al desayuno y asistir a nuestras clases. Estaba más nerviosa de lo normal ya que hacía dos años que no pisaba una academia de inglés y no sabía cuál sería realmente mi nivel, nerviosa por conocer a mis profesores, por no saber cómo se desarrollarían las clases y por conocer a tantísima gente nueva con la que viviría toda la semana.

Antes de ir al curso, tuvimos que hacer un examen online y según la nota, nos metieron en un curso u otro. A mí me metieron en el 5C y tras hacerme la entrevista personal me subieron al 7C (equivalente a un B2) , el que sería mi curso durante toda la semana.
Subí a la clase y allí me encontré con mi compañera de cuarto, la cual ahora por suerte también sería mi compañera de clase. Y allí llegaron tres chicos más de diferentes ciudades. Y mi genial profesor. Nos presentamos, nos reímos y poco a poco nos fuimos conociendo.
A lo largo de la mañana conocería a mis otros dos profesores y a muchos compañeros que aún no estando en mi clase, compartiría con ellos toda la semana.

El primer día se hizo muy cansado, intenso y divertido. Seis horas de clases con descansos de diez minutos, tres profesores diferentes y hablando TODO en inglés. Los siguientes días también se hicieron intensos ya que a pesar de tener que ir a todas las clases, debíamos preparar una presentación individual de diez minutos sobre un tema que elegiríamos nosotros y una performance que deberíamos representar a nuestros profesores y compañeros.
El viernes fue el día más duro: clase, examen, presentación, performance y finalmente la entrega de diplomas y ver cómo tus profes se iban y cómo tan solo te quedaba muy poco tiempo con tus compañeros. No os miento si os digo que hacía mucho tiempo que las despedidas no me dolían tanto.

Me encantó la metodología del curso ya que estaba prohibido hablar español, los profesores eran ingleses nativos y muy jóvenes; lo que hacía que hubiera más confianza en las clases y una actitud más participativa.  Aprendimos jugando, hablando de nuestras experiencias, vendiendo nuestras ciudades y conociendo las de nuestros compañeros, conociendo mucho a las personas que teníamos en clase, a nuestros profesores, a la cultura inglesa, expresiones de la ciudad de donde venían nuestros profes (Ey up!!), conociendo diferentes acentos...



Y es que con estas experiencias, conociendo tantas cosas en tan poco tiempo y con una compañía increíble, es como noto que crezco personalmente. ¡Que nunca se acabe mi ansia de conocer y de vivir nuevas experiencias!  






domingo, 9 de julio de 2017

cuerpos de carretera.

Ayer fue un día de vuelta. Un día de recoger maletas, sacudir arena de las toallas, asegurarse de que no has dejado nada en el sitio donde te has alojado y de hacer el camino de vuelta a casa después de unos días bonicos en la playa. Para ser más exacta, volvía de la zona de Sesimbra. Para salir de Sesimbra hacia Cáceres hay que hacer unos minutos en coche por la carretera hasta finalmente llegar a la autovía.
Como en cada viaje, siempre me quedo mirando el paisaje buscando algo que me llame la atención. A decir verdad, la carretera estaba llena de concesionarios de coches -muy lujosos- a cada lado de la carretera y de pequeñas villas que poco a poco se iban adentrando en el bosque. Por desgracia, eso no fue lo que más me llamó la atención de este trayecto. Poco a poco íbamos visualizando sillas de plástico a cada poca distancia. Algunas de estas sillas estaban ocupadas y otras no. Algunas estaban tiradas en el arcén, a algunas le faltaban patas y otras se veía que ya nunca nadie las volvería a ocupar.
No hay que ser un lince para saber quiénes ocupaban esas sillas. Exactamente, prostitutas. Y exactamente, la tensión dentro del coche empezó a palparse como si de asesinas se tratasen. O comentarios como 'si esa silla está libre, será que ella está muy ocupada.' Pero yo supongo que más de la mitad de las personas que pasan por allí se limitan a pensar cosas como: 'menudas putas, con la de trabajos que hay en el mundo'. Y pocos piensan en cómo debe ser hacer de la carretera un escaparate para tu cuerpo, de cómo debe ser trabajar en unas condiciones que no podrían llamarse humanas, en aquellas que ejercer la prostitución nunca ha sido una opción porque les vino impuesto. En aquellas que llevan haciéndolo desde que son menores, en las palizas que habrán recibido y en las que recibirán.
Y es que estoy harta de reportajes televisivos que solo sacan la parte morbosa de la profesión, de limitar a una mujer a tener relaciones sexuales, a obligar a niñas y mujeres a hacer esto durante el resto de sus vidas,de la prostitución infantil, de ver cuerpos semidesnudos paseándose por las carreteras, de que el cuerpo de la mujer siga perpetuándose como si de una actividad de ocio se tratara para los hombres, de abusos y de vulnerabilidad.

Harta de que una vez más, el cuerpo de la mujer pobre se comercialice.
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