domingo, 9 de julio de 2017

cuerpos de carretera.

Ayer fue un día de vuelta. Un día de recoger maletas, sacudir arena de las toallas, asegurarse de que no has dejado nada en el sitio donde te has alojado y de hacer el camino de vuelta a casa después de unos días bonicos en la playa. Para ser más exacta, volvía de la zona de Sesimbra. Para salir de Sesimbra hacia Cáceres hay que hacer unos minutos en coche por la carretera hasta finalmente llegar a la autovía.
Como en cada viaje, siempre me quedo mirando el paisaje buscando algo que me llame la atención. A decir verdad, la carretera estaba llena de concesionarios de coches -muy lujosos- a cada lado de la carretera y de pequeñas villas que poco a poco se iban adentrando en el bosque. Por desgracia, eso no fue lo que más me llamó la atención de este trayecto. Poco a poco íbamos visualizando sillas de plástico a cada poca distancia. Algunas de estas sillas estaban ocupadas y otras no. Algunas estaban tiradas en el arcén, a algunas le faltaban patas y otras se veía que ya nunca nadie las volvería a ocupar.
No hay que ser un lince para saber quiénes ocupaban esas sillas. Exactamente, prostitutas. Y exactamente, la tensión dentro del coche empezó a palparse como si de asesinas se tratasen. O comentarios como 'si esa silla está libre, será que ella está muy ocupada.' Pero yo supongo que más de la mitad de las personas que pasan por allí se limitan a pensar cosas como: 'menudas putas, con la de trabajos que hay en el mundo'. Y pocos piensan en cómo debe ser hacer de la carretera un escaparate para tu cuerpo, de cómo debe ser trabajar en unas condiciones que no podrían llamarse humanas, en aquellas que ejercer la prostitución nunca ha sido una opción porque les vino impuesto. En aquellas que llevan haciéndolo desde que son menores, en las palizas que habrán recibido y en las que recibirán.
Y es que estoy harta de reportajes televisivos que solo sacan la parte morbosa de la profesión, de limitar a una mujer a tener relaciones sexuales, a obligar a niñas y mujeres a hacer esto durante el resto de sus vidas,de la prostitución infantil, de ver cuerpos semidesnudos paseándose por las carreteras, de que el cuerpo de la mujer siga perpetuándose como si de una actividad de ocio se tratara para los hombres, de abusos y de vulnerabilidad.

Harta de que una vez más, el cuerpo de la mujer pobre se comercialice.
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